«Barcelona no sabe cuidar a sus ídolos»

“Kubala, Cruyff y Maradona se fueron mal del Barsa. Al Barsa le cuesta saber tratar a sus ídolos”, le dice a Página 12 el periodista Ramón Besa, autor del libro Maradona, historia de un desencuentro (1998) y testigo de los años de Diego en el club catalán entre 1982 y 1984. Besa además es Doctor Honoris Causa de la Universidad Central de Cataluña y trabaja en el diario El País, de España, entre otros medios. La entrevista sucede no sólo en el marco de la muerte de Maradona, sino también en el de una esperable despedida de Lionel Messi, el mayor ídolo del equipo.

-¿Quién fue Maradona, entre tantas cosas que fue?

-Maradona es el último gran crack de una época y el primero de otra, la era mediática. Justo con él aparece más la televisión. Si ahora nos acostumbramos a ver a los jugadores por televisión, en cambio Diego nos obligaba a ir al campo para verlo. No concebía que si Diego jugaba no vaya a verlo. Era como ir a un espectáculo. ¡Había que ir! Era un jugador al que más que por los títulos, se lo iba a ver por cómo jugaba. Era un artista de un fútbol novedoso. Sin dudas, el mejor solista del Barsa. Porque a diferencia, Messi es el mejor solista a partir del solfeo del equipo; improvisa desde ese solfeo de sus compañeros. Pero Maradona tuvo que hacerlo solo porque su equipo no tenía solfeo. Entonces tenía que improvisar solo.

-¿Cómo recuerda la época de Maradona en la ciudad de Barcelona?

-Hay, a mi modo de ver, un componente para juzgarlo: era joven cuando llegó al Barcelona. Joven para descubrir el mundo en una ciudad como Barcelona que era un punto de divertimento. Llena de discotecas. Si llegaba a otra edad, más maduro, no le hubiese pasado lo que le ocurrió. Creo que en el fondo se sintió despechado por el club. De hecho, (el presidente de entonces, José Luis) Nuñez de alguna forma empezó a distanciarse de él porque no era regular. No demostraba confianza. No hubo una declaración de amor en el campo. Y el final, esa pelea con los jugadores del Bilbao tampoco favoreció. Todo eso se confabuló para que haya un desencuentro. Y a la vez no hubo un punto de aproximación. Maradona no se sintió querido nunca y nadie hizo algo para arreglar eso. Fue como una fatalidad.

-¿Lugar y tiempo equivocados?

-Todo jugó en contra de Maradona. Hasta el Bilbao fue su rival y no el Real Madrid. Sus goles al Madrid o al Estrella Roja son actos aislados. Por eso digo que era como un solista pero que no formaba parte del Barcelona. Pasó lo mismo con Ronaldo, el gordo, y con Kubala y Cruyff. Se fueron mal del Barsa. Al Barsa le cuesta saber tratar a sus ídolos. Pero a Maradona le costó más.

-Sé de su admiración por Maradona. ¿Qué sintió al escribir sobre su muerte?

-Cuando escribí la necrológica dije que no la había hecho antes por resistirme a que se muriera. Todos sabían que se iba a morir de un momento a otro. Entonces, me tenía prohibido escribirla mientras siguiese vivo. Porque era como matarlo. Lo prefería vivo. Maradona me descubrió el fútbol, me abrió los ojos. Casi que no me perdí ningún partido suyo en el Camp Nou. Todo eso me llevó a escribir Historia de un desencuentro para los 100 años del Barcelona. Era una excusa para contar a Maradona. Porque fue eso: una historia de desencuentros.

-¿Cómo fue el trato con él en lo personal?

-Siempre fue un jugador muy respetuoso con la mayoría de los periodistas. Con algunos desencuentros, pero habitualmente se paraba en el vestuario y hablaba con la prensa. Te atendía. Nunca tuve problemas. Una vez le hice una entrevista en su casa. Siempre me supo mal la manera en que lo trató el Barcelona. A veces me digo que no llegué a ver a Kubala pero como periodista vi a Maradona. Con Diego empieza la aventura de ir al fútbol pero para escribir sobre Maradona. Eso me impactó.

-¿Cuál es la primera imagen que se le viene si piensa a Diego como jugador del Barcelona?

-El de uno de sus partidos más célebres, en 1983, en el campo del Manchester United. Debajo de la del Barsa tenía la camiseta de Argentina para festejar. Para su desgracia Barcelona perdió 3 a 0. Esa noche Diego jugó con fiebre. No jugó bien y no pudo mostrar esa camiseta. Fue como un anticipo de lo que luego pasó en México.

-¿Cómo le llegó la noticia de su fallecimiento?

-Me sorprendió su muerte. Sentí como una orfandad. Primero por verle solo: me preocupaba cuando vi el video famoso de Los Palmeras, ese en el que bailaba y te hacía sentir temor por su situación. Cuando llegó la noticia me dio miedo de que fuese cierto. Pero también pensaba que era una broma. Cuando se confirmó estuve unos momentos, unos segundos, sin saber qué hacer. Me pasaron por la memoria todos los momentos de sus goles, sus jugadas, la emoción que provocó su juego. Nunca vi gambetear a un futbolista como Maradona. Me emocionaba verlo jugar al fútbol. Como periodista, Maradona te obligaba a verlo en directo para palpar las sensaciones que emanaba. Me emocionaba y me provocaba, incluso, las dificultades de escribir y mirar a la vez: no te querías perder detalles. Cada uno en el mundo tiene jugadores que admira. También me pasó con Romario, pero Maradona fue el primero que me convocaba a cada partido. Para mí, Diego es el último jugador analógico. Estamos hablando de otra era de la que él es el último.

-¿En qué momentos lo percibió más feliz a Diego?

-Creo que era feliz solo con la pelota. Cuando no la tenía necesitaba olvidarse de todo eso. Como tanta otra gente. Hemos admirado a gente maldita que escribía muy bien porque consumía alcohol. Es evidente que si cuidaba su cuerpo tal vez hubiese hecho más. Aunque eso no lo vamos a saber. No tengo nada que reprocharle. Creo, por ejemplo, que los recordados esloganes en contra de las drogas los hizo con buena fe. A mí me sabe mal que se haya muerto y que sufriera. Ese es mi problema.

-Para usted, como admirador, ¿qué es lo más duro de su muerte?

-Lo que no soporto es el dolor, no la vergüenza. El dolor que podía sentir él mismo por encontrarse mal, porque había machacado de más a su cuerpo. Tal vez tenía la necesidad de huir o refugiarse en otra cosa. No sabría qué decirte. No le culpo de nada. Maradona es una cosa muy emocional. Es como mi primer amor. No miraría a Messi igual si no fuera por Maradona. Tuve la oportunidad de escribir sobre Diego y siempre me pregunté qué periodista no tiene que agradecer si empieza a escribir sobre Maradona. Siempre le voy a tener gratitud. Si no hizo más no fue porque no quisiera. No manchó nunca la pelota.

-¿Diego fue mal juzgado fuera de la cancha?

-Ahora es fácil. Muchas críticas que aún recibe de si era un maltratador o lo que se le reprocha en las biografías corresponde a otra época. De todos modos, es injusto juzgar a Maradona cuando además nunca fue denunciado como otros grandes jugadores que sí pasaron por prisión. Diego fue tan generoso que todo el mundo se aprovechó de alguna manera de él. A mí me da igual lo que haga con su vida. Pero siempre fue respetuoso con la pelota, nunca me decepcionó. Jamás olvidaré la noche en que Goikoetxea lo lesionó. Ese día cambiaba la hora en Barcelona. Se peleó con los médicos, el presidente (Núñez) lo quería vender y el hincha le pedía más en lugar de aplaudirlo. Nadie bajó a ayudarlo… Esto pasa mucho en el carácter catalán, muchas veces calculador.

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