En el contexto de la consagración de la Selección Argentina en la Copa América, una palabra vale más que mil imágenes: Messi. O tal vez, Fútbol sea esa palabra. Pero la noche del Maracaná nos dejó un montón de imágenes inolvidables. Es verdaderamente muy difícil elegir.
No olvidaremos el mano a mano de Ángel Di María con Ederson ni la secuencia: Pase largo de Rodrigo De Paul, que jugó un partidazo fenomenal, Fideo acomodando con el taco, la pelota picando, el toque sutil por arriba de la cabeza del arquero, igualito al que había anotado en la final contra Nigeria en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Se lo merecía él, que es un jugador fenomenal, aunque pocas veces se lo reconoció como tal.
Messi y Neymar charlando en el cordón de la vereda al final del desafío. Fútbol callejero en estado puro. Como para un tratado de sociología si nos preguntamos qué se estaría diciendo de esa imagen si el resultado hubiera sido al revés. ¿Acaso en Brasil son mejores? ¿Son más defensores del juego? Puede ser aunque no puede olvidarse como por allá mataron en vida a Barbosa, el arquero del Mundial de 1950, al que responsabilizaron de la derrota. El tema de esa charla pos partido tiene muchas aristas. Una de ellas: en los comienzos de Neymar en Barcelona las cosas no le salían, un día se puso a llorar en el entretiempo de un partido y Messi, abrazándolo, le dijo “tenés que ser vos mismo, ya va a salir”. Fue el comienzo de una noble amistad, que el propio brasileño lo dejó en claro al asegurar que se disfrutó el título de su «amigo y hermano» Crucificado por no haber levantado ninguna copa (nadie le cuenta la medalla de oro olímpica en Beijing 2008 ni el título en el mundial juvenil en Holanda 2005), a Messi no se le hubiera perdonado ningún gesto amistoso.
Todos con el capitán
Cuando terminó el partido todos los jugadores corrieron en la misma dirección: al lugar en el que estaba Leo Messi, el capitán. A abrazarlo, a mimarlo, a levantarlo en andas, a testimoniarle su reconocimiento, su agradecimiento, su admiración. También a responderle a todos aquellos que lo acusaron durante años de no haber sido capaz de ser Maradona, como si eso fuera posible.
Messi con el sueño cumplido: La Copa entre sus manos. Lo que quería él, lo que queríamos muchos, sintetizado en esta imagen que además tiene una rica historia. Cuenta el autor, Rodolfo Chisleanschi. «Básicamente la foto es mía, mía, aunque compartida con Agüero. Anoche el Kun hizo un largo directo en Instagram mostrando el vestuario. Casi al final lo llamó a Lío, que estaba con la Copa. Entonces se me ocurrió preparar los dedos para hacer una captura de pantalla. Messi hizo algunas morisquetas hasta que se sentó al lado del Kun y se abrazó a la Copa. Cuando Agüero lo tomó de costado, yo apreté las teclas del celu. No sé si es fotoperiodismo siglo XXI o simple afano, pero quedó linda. Ahora espero que el Kun no me demande y, que si lo hace, tenga en cuenta mi condición de hincha».
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