El diario británico y el norteamericano publicaron artículos en los que Brasil es descripto como una «amenaza global» dada la velocidad con que se ha diseminado la cepa descubierta en la Amazonia.
Desde Brasilia.
Bolsonaro desembarcará en Buenos Aires dentro de tres semanas, el 26 de marzo, cuando Brasil bordeará las dos mil o hasta tres mil muertes diarias causadas por el coronavirus según la previsión que realizó el profesor Miguel Nicolellis, de la Universidad de San Pablo, en entrevista dada al The Guardian. Ese diario británico y el norteamericano The Washington Post publicaron este viernes artículos en los que Brasil es descripto como una «amenaza global» dada la velocidad con que se ha diseminado la cepa descubierta en la Amazonia hace dos meses (la detectaron científicos japoneses) y la inoperancia del gobierno para frenarla.
La falta de controles en los límites interestaduales y los pocos tests realizados (el gobierno llegó a esconder cinco millones en un depósito del aeropuerto de San Pablo) facilitaron que el virus infecte a personas en prácticamente todas las provincias, desde las populosas San Pablo y Rio de Janeiro, hasta las sureñas y ricas Rio Grande do Sul y Santa Catarina, cuyos hospitales están desbordados.
Brasil finaliza la semana con un promedio de 1.300 víctimas fatales por día, mientras acumula 263 mil muertos y 10,8 millones de infectados desde el inicio de la pandemia en febrero del año pasado.
La cepa amazónica, o P1, probablemente mutará en otras aún más contagiosas y eventualmente más letales haciendo que el gigante latinoamericano se convierta en «el mayor reservorio biológico del coronavirus del mundo» prevé Nicolellis, que también es profesor de la estadounidense Universidad de Duke, cuya credibilidad nadie pone en duda: prácticamente todas las proyecciones realizadas por este científico se cumplieron.
El mundo comienza a caer en cuenta de que el jefe del Estado militarizado brasileño (cuyos principales ministerios fueron confiados a generales, incluso el de Salud, comandado por el no médico Eduardo Pazuello) llevará a su país a un pandemónium bacteriológico que puede atravesar sus 17 mil kilómetros de fronteras con países sudamericanos, de los cuales poco menos de 1.300 son compartidos con Argentina. Y al igual que ocurrió con el virus originario detectado en China, las potenciales superbacterias brasileñas podrían esparcirse por el resto del mundo. Surge aquí un posible debate: ¿puede un presidente, alegando razones de soberanía nacional, adoptar medidas que atenten contra la salud pública global? Este interrogante es similar al que cuestiona si la comunidad internacional debe permanecer inmutable cuando Bolsonaro incita a devastar la Amazonia como si ésta fuera suya, y las consecuencias no afectaran al planeta.
Los discursos incendiarios del exmilitar ante Naciones Unidas sobre la Amazonia en 2019 y 2020, prendieron una alerta sobre un posible «ecocidio» de impacto global. Los tres discursos que Bolsonaro pronunció el jueves sobre la pandemia, lo situaron otra vez en la agenda noticiosa internacional, repercutiendo tanto en la agencia rusa Suptnik y como en la red británica BBC.
El estilo alevoso de este émulo de Donald Trump y nostálgico de Augusto Pinochet, fue puesto de manifiesto el jueves en dos discursos pronunciados en las provincias de Minas Gerais y Goias durante el día, y luego durante la comunicación nocturna a través de las redes sociales desde el Palacio de Alvorada, la residencia oficial en Brasilia.
Bolsonaro preguntó «¿hasta cuando van a seguir llorando?» los que defienden el aislamiento social como instrumento para poner una barrera a los contagios y mitigar las muertes. «¿ A donde irá Brasil si paramos?»
Su argumento es que cualquier tipo de confinamiento afecta la actividad económica y esto hace que los desocupados se suiciden o caigan en depresión. Oculta que para remediar la situación de la población más humilde su obligación es pagar un subsidio o un ingreso universal como lo hacen otros países. El año pasado el gobierno brasileño distribuyó un auxilio emergencial de poco más de 100 dólares que dejó de pagarase en diciembre.
En el sumun de la demagogia, y haciendo las veces de pastor, sermoneó, «la propia Biblia dice en 365 pasajes que no hay que temer» por lo cual, infirió, hay que salir a las calles sin dejarse llevar por el «pánico» al Covid-19. En uno de los momentos de más descontrol, emocional o psiquiátrico, comenzó a gritar junto a grupo de seguidores, «hay idiotas que (me) dicen que vaya a comprar vacunas. Vayan a comprar vacunas a lo de tu madre».
Suele ocurrir que Bolsonaro grita más alto, simulando vehemencia o seguridad, para referirse a los temas que más lo incomodan. La vacuna es uno de los aspectos más indefendibles de su gestión ya que hasta la fecha fueron inmunizados unos 7,7 millones de brasileños, menos del 4 % de la población, y el grueso lo hizo con el inmnizante chino, Coronavac, importado y fabricado por el estado de San Pablo.
El gobernador paulista Joao Doria, del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña, recibió esta semana un embarque con 8,2 mil litros de Insumo Farmacológico Activo de China para fabricar 14 millones de dosis de Coronavac que entegará al gobierno nacional a fines de marzo. Doria, un exbolsonarista, encabeza la oposición integrada por gobernadores que decidieron intensificar los aislamientos sociales a fin de impedir la debacle de su hospitales.
Este sábado a la 0 horas todo el estado de San Pablo ingresa en la «fase roja» del distanciamiento que contempla cierre de comercios, bares y restaurantes y la prohibición de circular entre las 20 y las 6 horas. Medidas similares adoptaron los gobernadores de Brasilia, Bahia y Rio Grande do Sul, y la intendencia de Rio de Janeiro. Al anunciar el virtual «toque de queda» nocturno que comienza este sábado, Doria declaró, «es una tragedia tener un presidente negacionista que desprecia la vida».
CON O SIN MASCARILLA
Bolsonaro llegará a Buenos Aires para participar en una cumbre conmemorativa por los 30 años de la firma de las Actas de Asunción del Paraguay, documento fundacional del Mercosur. En la cumbre también estarán el presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Pou y su colega paraguayo, Mario Abdo Benítez.
Será la primera vez que el brasileño mantendrá un encuentro personal con su colega Alberto Fernández, al cual agravia frecuentemente y contra quien militó en la campaña presidencial de 2019 cuando manifestó su apoyo a la reelección de Mauricio Macri. Una apuesta tan fallida como la de respaldar la candidatura de Trump en noviembre del año pasado.
Habrá que aguardar para saber si en Buenos Aires hará igual que en Brasilia donde no se coloca la mascarilla y presiona a sus ministros para que tampoco lo hagan en los actos oficicales. La semana pasada aseguró que el tapabocas causa efectos colaterales como perjudicar «la percepción de la felicidad».
Esa obsesión lo llevó a vetar una ley sobre la obligatoriedad del mismo y el mes pasado se enojó al ver que el presidente de Petrobras, Roberto Castelho Branco, se presentó a una reunión en el Palacio del Planalto cubriéndose con el barbijo. Claro que en Buenos Aires, el mandatario brasileño, no podrá imponer sus caprichos a los demás jefes de Estado.
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