Dos enormes, elefantiásicas diferencias van a estar presentes en el segundo discurso que Alberto Fernández va a dar hoy a las 12 ante la asamblea legislativa respecto del primero como Presidente: la pandemia y el enojo con la oposición. El Presidente se abocó el domingo en la Residencia de Olivos a sumar, sacar, corregir, afinar cada detalle para que la versión final esté lista a la hora señalada. PáginaI12 pudo saber que la «base» del texto fue escrita por el doctor en Antropología y asesor presidencial Alejandro Grimson, que lo revisó el flamante presidente del Consejo Económico y Social Gustavo Beliz y que, a último momento, cuando el primer mandatario se encuentró acompañado por eso que suele definirse como «la soledad del poder», terminó definiendo él mismo qué dejó, qué omitió y qué cambió.
Este diario pudo saber que no van a estar ausentes del discurso –oportunidad única para que lo escuche sin mediatizaciones gran parte del país– lo que son dos vigas maestras del plan que trazó para este año: vacunación y recuperación económica.
Pero tampoco estará ausente (cómo podría omitirlo) la puesta en valor de lo que se hizo durante la pandemia, porque no está de más recordar que el primero de enero de 2020 casi nadie podía imaginar que el año iba a estar transido a nivel planetario por el coronavirus.
En ese sentido, es dable pensar que le dedique un rato a fustigar a Juntos por el Cambio por su actitud no sólo de poca colaboración, sino de obstrucción al proceso de vacunación.
Las campañas antivacunas que movilizaron a gente que probablemente se contagió amuchándose, pasando por la denuncia (finalmente archivada) por envenenamiento colectivo que presentó la líder de la Coalición Cívica Elisa Carrió hasta la última brillante idea de la oposición de querer indignar a la población por el episodio ya saldado de los vacunados de privilegio con la instalación de bolsas mortuorias con los nombres de los vacunados en Plaza de Mayo (episodio que motivó la felicitación de Mauricio Macri, el repudio del Presidente y un rechazo a los «mensajes de odio» por parte de los organismos de derechos humanos) fueron enojando al primer mandatario.
Es cierto que Alberto Fernández, por convicción y para diferenciarse del gobierno que lo precedió, prefirió siempre hablar del presente que del pasado. Pero quien sigue los discursos del Presidente pudo notar un cambio en la forma y el contenido de sus apariciones en la última semana.
En México, cuando le preguntaron por los vacunados de privilegio, dijo que él ya había reconocido el error y que le había pedido la renuncia al que considera un gran ministro y amigo que cometió una falta grave, Ginés González García. Lo que pocos esperaban es lo que vino después: un profundo enojo tanto con los que en tiempo récord presentaron decenas de denuncias contra el exministro por el hecho. Eso lo hizo cambiar el tono. Mandó a leer el código penal a los jueces y fiscales cuando tuvieran que estudiar esas denuncias y repasó una por una y de memoria las causas del macrismo que duermen el sueño de los injustos «por si quieren trabajar«.
Pero el Presidente no va a quedarse en su discurso en sus planes para reactivar la economía y vacunar a la mayor cantidad de gente posible. Hasta ahora poca gente sabe cómo lo hará, con qué tono y cuáles serán las palabras escogidas, pero cae de maduro que no estará ausente de su discurso el tema de la reforma judicial.
Porque a pesar de lo que hizo hasta ahora, el Presidente es consciente de la mala imagen que tiene la Corte Suprema en particular y la justicia en general y, sobretodo, sabe que una república no puede funcionar bien si uno de los tres poderes deja tanto que desear. Habrá que esperar su manera de abordar el tema y también, por qué no, algún un as en la manga de esos con los que solía sorprender Néstor Kirchner, su maestro y amigo que la semana que termina hubiese cumplido 71 años y en el que suele pensar el Presidente cuando tiene que tomar decisiones importantes.
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