Un notable regreso de Fito Paez a los escenarios

Fito Páez lleva la voz cantante. La del artista popular que puede lograr la conmoción con canciones propias o de otros autores. Este jueves, en un Teatro Coliseo con entradas agotadas –con los límites del protocolo vigente–, el músico rosarino se presentó solo con su piano para repasar sus clásicos eternos y también desplegar su faceta de intérprete a través de piezas de Charly García, Ástor Piazzolla, Carlos Gardel y Bob Dylan. Apenas se abrió el telón y bajo una luz roja, el público lo recibió con una ovación, pero todo el concierto transcurrió en el marco de un clima de intimidad, silencio y calma.

«Hace un año que no canto ¡No saben cómo me preparé!», dijo Páez después de «La rueda mágica». «Cómo nos pegó a todos (la pandemia). Es una locura volver a cantar en vivo. Estamos hechos de resiliencia los seres humanos y nos vamos a recuperar de esta situación», completó y se dispuso a cantar. El show abrió con «La conquista del espacio», de su último disco, y siguió con «11 y 6», uno de esos clásicos inoxidables. Pero lejos de la euforia, el cantor y pianista abordó cada canción con delicadeza y templanza.

No hubo casi lugar para las palmas o los gritos. Aunque sí se escucharon algunas declaraciones de afecto desde el público. Pero el contexto -el público con barbijo y distancia social– propiciaba la escucha. De entrada, homenajeó a Luis Alberto Spinetta en «Las cosas tienen movimiento», una canción que El Flaco interpretó en el concierto junto a las Bandas Eternas. Y, fiel a su estilo, interpretó dos veces «Desarma y Sangra», de Charly García, porque no se sintió conforme con la primera versión.

También recordó a Ástor Piazzolla, en el aniversario de los 100 años de su nacimiento. «¿Quién mejor que él para contar esta ciudad?», dijo antes de «Fuelle del sol», una música del bandoneonista a la que Páez le puso letra. «A Piazzolla no le hubiera gustado», bromeó. En esta misma línea tanguera, sorprendió con una versión cargada de pasión de «El día que me quieras» (Gardel-Lepera). «Esta debe ser una de las canciones más hermosas de todos los tiempos», la presentó.

Por supuesto, el rosarino no se olvidó del repertorio de su cosecha personal. «Tumbas de la gloria» y «Ciudad de pobres corazones» sonaron con fuerza y oscuridad. «Esta es la canción que más me acompañó en el encierro», dijo antes de versionar «I contain multitudes», de Bob Dylan. Y luego volvió a su territorio personal con «Brillante sobre el mic», «Mariposa tecknicolor» y «Un vestido y un amor».

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